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El primer y gran poemario de Jorge Pérez Cebrián, La voz sobre las aguas, editado por Valparaíso ediciones.

Este valenciano de Requena, escandalosamente joven [basta comprobar su fecha de nacimiento y contrastarla con su madura y sopesada poética], deja veintidós poemas de gran altura literaria.

Desde el inicio, Jorge nos invita a seguir la voz, a veces la palabra, encarnada en situaciones que nos conducen a una Ítaca gozosa, donde “detrás de todo, // en alguna parte, // una brizna humedecida por la tarde //sostiene para ti el universo”. De esta forma, el poeta va emocionando al dejar que su voz sea la del lector, permitiéndole que “de entre todas las cosas habrá una / que nos devuelva, desnuda de memoria, / nuestra vida.” Sí, es esta voz, “hacha de bronce”, esa misma voz la que “nos encontró por las ventanas. /Con el tenaz sigilo de un incendio/ de semillas soñolientas.” Es la voz, dice el poeta, –la voz cualquieraque pueda ser palabra todavía.

Sorprende en los poemas el manejo excelente de los clásicos, especialmente de Homero, de Virgilio, o de Ovidio. No en vano surgen las voces de Nadie (Odiseo), de Eneas, o de Aglauro, marcando un metarrelato interior en los versos. Poemas que hablan de la tierra de esa “qué dejé y no me ha enterrado”. De lugares donde “aún crecen las flores entre las hoces de Trápani” (Sicilia). “Allí, / la rama del granado/ temblando en tus pestañas.” Es la tierra ideal, el tópico del LOCUS AMOENUS, infierno o Eden, donde se puede oír el llanto y el saber esperar: “Ya conoces de sobra/ la densidad de la espera /y todo guarda su lugar preciso.” En este libro, las imágenes, como la del JARDÍN, nos lleva a una voz interior que se impone por encima de la lluvia, donde el yo literario se siente ajeno, Pero tú, a quien hoy llamo jardín, /lejana ya en ti misma, eres eterna, // y yo solo un intruso.

Nuestro poeta retoma el imaginario de estos personajes para afirmar, con sus voces, la victoria en medio de las dificultades. “Por la Puerta del Oeste, hijo del hombre, Ciego como los que ven a Dios, // veras la flor que arde entre las aguas.

Entre los poemas destacan varios sonetos de una magnifica factura literaria. Este esquema literario, el del soneto, que sirve de ejercicio para los grandes, Jorge Pérez Cebrián lo hace grande desarrollando temas, como el tiempo. No deja de ser este- el tiempo- una voz de lo frágil. Así, en UN RELOJ, en su segunda estrofa, dice: Es tiempo y algún siempre su mortaja/ su epitafio el silencio, un todavía, /la huella que pendiente el algún día/ fue dejando a la muerte por ventaja. En el otro soneto, EL INMORTAL, en una primera estrofa apunta a este ideal del ser humano, con la misma voz: No recuerdo mi nombre ni mi cara / mi voz, que borra el tiempo, no es la mía. /Hoy sé lo que es el tiempo y la agonía/que un terco no haber muerto me depara.

Todo el poemario es un canto de esperanza, una búsqueda más allá de filosofías al uso, la voz exacta. La melodía oculta de otro nombre. / La voz que te halla porque nada hay fuera. / Y que no sea a ti, / sino esa cosa exacta que es el mundo antes del sueño/ y que acaso sea/una forma más íntima y secreta de nombrarte.

Así es, quien se acerque a este libro encontrará, como dice Antonio Rivero Trapiello en la contraportada, reflexiones, epifanías, cultura viva, diálogo con otros poetas, agudeza, emoción. En definitiva, el libro tiene ya una voz propia la de Jorge Pérez Cebrián. Su voz, hoy sobre las aguas, se hará sentir -sin mucha demora- en el panorama literario de nuestro país.

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