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Hace once años que mi padre nos dejó físicamente…Hace once años que su memoria sigue viva entre nosotros. Imposible no tenerle presente en el contar alguna anécdota, en el vivir de algún consejo suyo. Nadie se muere porque los que hicieron el tránsito ocupan un lugar en la emoción viva y profunda de la memoria «ardiente«.

En estos momentos de vigilia recuerdo algunos de los versos que ese catorce de agosto, de hace once años, daban vueltas en mi cabeza mientras miraba a mi padre como se iba despacio, sin prisas. Estos versos se transformaron después en un poema que forma parte del contenido de un libro, Las siete vidas del gato, que Imcrea me publicó ese mismo año, en septiembre del 2009.

Los versos son estos:

Me asombro al mirarme
en tu lago herido: Tu cabeza
de tormenta, tu boca acristalada,
tus manos borrachas de caricias.

Pregonas el final,
un principio sin violines, el tránsito.
Brotar de la vida en otro surco.

Amanece, tu carne se despierta de luz.

[ Las siete vidas del gato. Imcrea. 2009/ 2ª Ed. 2010, pg. 103]

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