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I

ESPACIO transeúnte, quebrado al paso,
de baldosas rotas. 
Soportas multitud de marchas,
de ritmos diversos, personas
pensamientos. 

Cuánto sueño, cuánto dolor en cada uno
de los que te pisan, de los que golpeamos
tus heridas, tus grietas de cemento
reventado por el calor del estío. 

Compañera en la calle, islote alargado
que salvas de la prisa de otros. 
Te dejas acariciar por un tsunami de zapatos
multicolores,

que te visten de sonidos
que tú, como la piel de un tambor, 
recoges y devuelves desnudos, limpios,
ocultándolos por los rincones.

II

Acera
de grietas miles
en el mosaico geométrico,
ajado y húmedo. 

Rota en mil pedazos,
sobreviviendo a los pies  
que las transitan y tropiezan
en sus huecos.

Acera que acoges sombras,
mis sombras, en un dibujo espontáneo 
que obedece a la generosidad
de la luz. 
Largas y estrechas, cortas y anchas,
limitando la avenida. 

Acera, aceras, grises y blancas, 
como la esencia de esta urbe
que marcha a la deriva 
sin ritmo propio. 


Espacio callejero que marca
el camino a casa, 
con esa impronta de la prisa 
y el deseo, contenidos.

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