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SIN RAZÓN PREVIA, de Faustino Lobato. Esta es la introducción al libro de los editores. Muchos motivos para leerlo.

https://drive.google.com/file/d/1_BFT1fNE5yW6avyOJqBbG939MhD89vfo/view?usp=drivesdk

Esta entrega que, si contamos el cero, hace el número 15 de nuestras publicaciones, goza de características muy especiales.

En primer lugar, porque Tino es, más que un amigo, un hermano y, más que un seguidor de nuestra abisal aventura, un estrecho colaborador que nos proporciona excelentes reseñas para nuestros libros, nos apoya, corrige y presta sus conocimientos, habilidades y experiencia para cuando, en algún caso, patinamos o cometemos algún error. Todo ello con abrumadora generosidad y un tacto exquisito.

En segundo lugar (y seguramente más importante), pone a nuestra disposición un poemario inédito, diferente y fascinante, en que, interiormente, se desnuda de todo aquello que, en su opinión, le oprime, asfixia y considera que sobra en su existencia, convirtiéndose en pirómano de si mismo, realizando una catarsis personal que, según sus propias palabras, le permita resurgir y reinventarse, liberado de ataduras y mejorado en todos los aspectos. No sabemos si era necesario, ni si el Tino anterior tendría alguna razón previa.

Pasado este preámbulo necesario, nos solidarizamos con Luis Miguel Sanmartín, autor del fantástico prólogo de SIN RAZÓN PREVIA; ¡Es difícil saber por dónde empezar al hacer una reseña o presentación del libro.

Comenzando por el final que, a veces es lo más prudente, sobre todo porque, como luego se dirá mantiene en vilo al lector sobre el resultado de la aventura personal que en el libro se acomete. Nos referimos a PUNTO CERO, última -y más corta- de las cinco partes en que Faustino ha considerado oportuno dividir el proceso crematorio. Justo en el lugar que completa la perfecta simetría del poemario, el HOY en que, el poeta, antes incluso antes de acumular los materiales (ignífugos), declara: ”HOY no he escrito un verso”. Afortunadamente, en este nuevo y final “HOY”, que inicia el capítulo, vuelve a “escribir poemas”.

Bien, lo primero que el abrumado lector se plantea, es lo siguiente: entre ambos presentes, ¿En qué momento ha dejado Faustino Lobato de escribir versos? Dado que la cronología del poemario coincide perfectamente con el de cualquier barbacoa que ustedes monten en el patio de su casa o en el campo, pues se inicia y liquida en el día. ¿Quién es el monstruo que ha escrito en realidad todo un libro perfecto y brillante en menos de 24 horas? Y ¿Cuál es la razón previa que se nos niega? Por suerte, el poeta, aún negándolo explícitamente, sigue siendo un “fingidor”.

Antes de pasar a desvelar la estructura del libro lanzamos una conclusión. Desconocemos si Faustino quería escribir un rap. Pero estamos convencidos de que ha escrito, en verso, el guión perfecto para una “performance”. Un texto teatral por el que algunos de los editores estarían dispuestos a volver a sus orígenes.

SIN RAZÓN PREVIA” es, a la vez un libro, evidente en su estructura y lleno de claves que el lector tiene que ir desgranando en la medida de su disposición ante el hecho poético. Afirmamos que su estructura es nítida pues el poeta se entrega a una catarsis, nos atreveríamos a decir a un sacrificio a los dioses con los pasos que este precisa:

Erige una PIRA funeraria con lo que ya está muerto o debe morir, “deseo purificar mi existencia, calcinar los deseos tóxicos del diario”. Aquí aparece y desde el principio, el poeta/ hombre más auténtico, aquel que deja a un lado la construcción de un poema ante la interpelación de la vida “hubiera hecho un poema pero he preferido acompañar a mis amigos a la puerta de un quirófano…no quiero ser esa suerte de humano que no sabe mirar el dolor de los que sufren”. La forma, a veces, lo es todo en literatura. Al fin y al cabo, esta no es más que la manipulación de palabras colocadas en determinada forma que logra crear arte. Por ello, se agradece también el trabajo visual de esta primera parte: a la izquierda, todo aquello que conformará la hoguera en una enumeración de estructuras idénticas y, entre ellas, a la derecha de la página, reflexiones esclarecedoras a modo de de aforismos.

El segundo acto de este sacrificio al que asiste el lector es el del FUEGO (el autor se muestra heredero de las raíces de la cultura greco latina con la breve denominación de cada una de las fases también en alguna de las dos lenguas clásicas). Nos invita a reflexionar como lo haría un cirujano o un oncólogo “prender FUEGO sabiendo que, junto con lo inútil y la sinrazón, arderán otras existencias que me hacen sentir vivo”. No importa, el poeta asume el riesgo y describe en una sucesión de bellos poemas no exentos de erotismo ese “arder necesario” en el fuego de la poesía:

“Te fuiste/ con el velo de la noche./La claridad fue apagando/el ardor insaciable/de la piel”.

Y, como el poema es el fuego, con él arde la memoria, la casa, lo que no fue el poeta, el dolor que arde en el vacío, la ilusión y hasta la fantasía. Hay sufrimiento en la combustión, pero ya sabe el lector a esa altura del libro, que esta es necesaria y una decisión que no tiene vuelta atrás pues asiste anonadado hasta su cumplimiento final.

Tras la hoguera, EL HUMO, que casi asfixia (¿morirá el poeta en el intento?) y sobreviene la duda sobre lo que acaba de hacer “Qué hado maligno/se empeñó en arrasar el Paraíso que ideamos”. Ahora, mientras asciende el humo queda la página en blanco, la vida por escribir: la angustia, pues. “A la deriva, con el hálito en un puño,/miro la página en blanco./Las notas no fluyen. Permanezco en la penumbra…”

Enseñoreándose de dos páginas del libro, la expresión de la duda, el miedo a un oscilar incierto, al fracaso del empeño:

Y en medio de la humareda, en el centro mismo de lo ideal, aparece EL CANTO SORDO DE LA DECADENCIA.

Era previsible, lógico, pero no para el poeta: El resultado, tras el fuego y el humo no puede ser sino LA CENIZA, pero entre ella, silencios, aceptación, risas, esperanza, bondad, ganas de vivir, utopía. Sin embargo estos vocablos positivos yacen junto a otros, enumerados, que inquietan al lector. No sabemos aún si el sacrificio abocará a la nada: confusión, desconcierto, vértigos, duelo, desencuentros, torpezas “el dolor llega”. Y los poemas se constituyen en un diario pesimista del peso de lo cotidiano. Un pesimismo atroz “no hay línea recta, todo es azar”, “cuánta soledad en este paisaje”, “mejor, no hacer mudanzas en estos tiempos de lluvia”.


El lector ha asistido a un acto de sinceridad profunda, pero está en vilo ¿habrá merecido la pena? ¿Todo quedará en ceniza? Y así desemboca el libro en el PUNTO CERO, presidido por el silencio, palabra que cae como el martillo sobre el yunque, una y otra vez y de él nace la ACEPTACIÓN que revive como ave fénix, pero la pasión ya es tranquila, la vida se impone sin rencor y el ruido genera risas que el poeta percibe. Un amago de esperanza quizá, pero ¡ay! regida por el sueño y el deseo que este genera, más tranquilo, más limpio, más humano.

[ Retomado de la publicación de Abismos del Suroeste]

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