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Ese ángulo de ocas, ajenas al nublado, parte en dos el tapiz verde del parque. Dos espacios, un arriba y un abajo donde la vida salta entre lo solemne y lo sencillo. Entre la magna figura sujeta a la copa de los árboles y la tierra anegada de hojas y otoño. Y tú ahí, como un puente mágico, trazando las vocales de versos por nacer lleno de presencias.

Ese ruido de ocas, que graznan empapadas de lluvia, acompañan su torpe vuelo. Despacio, el agua riega generosa, las voces de los niños que gritan con afán al ritmo de columpios. Todo un concierto de naturaleza empujando la existencia. Estás, sin remedio, en la brisa que húmeda golpea los cuerpos al andar y hace reir por lo extraño del paisaje.

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