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2003

Quiebros del laberinto

El poemario traza, a modo de relato y en versos blancos, las andanzas de un peregrino por una ciudad. Esta no es una realidad física sino espiritual. Este el meta-relato para hablar del alma que busca el centro de sí mismo del ser, la realidad innominada del misterio. La referencia inspiradora es la ciudad de Badajoz.

La estructura interna de la obra se enraíza en los cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra. Son estos elementos los que llevan al poeta a mirar con ojos de amante herido por los rincones de una ciudad donde-paradójicamente- vive y se siente morir. Es el lugar donde el ser, al mismo tiempo que se apaga, renace. En definitiva, el libro trata de los sentimientos encontrados en la aventura de la búsqueda interior, del fuego como de lo auténtico. Será esta búsqueda la que provoca esos quiebros, esos saltos propios de quien se resiste a la monotonía del siempre lo mismo.

Es muy importante el simbolismo de la luz, porque este nos acerca a la visión mística del recorrido. En este singular viaje ayuda que el tratamiento del paisaje sea de tonos claros y sin estridencias así como la insistencia en lo desierto, despoblado y sin vida que le dan un tono social a la búsqueda.

El poemario, viene a ser también una protesta, una denuncia ante situaciones conflictivas vividas en este o parecido espacio. Por otro lado, es notorio el predominio de lo contemplativo en un ámbito donde el color predominante es el azul.

Hay que resaltar que a lo largo de todo el poemario existe una ausencia de la primera persona, un escamoteo del yo literario, siendo la tercera persona la que permite que el protagonismo lo tome lo observado.

Quiebros del laberinto tiene una indirecta intencionalidad y es la de ayudar a que cada uno encuentre esa ciudad interior que está por descubrir…

Editorial Nuevas Letras. Badajoz.

Agotado

Fragmento del libro

En la frontera del Sol la ciudad herida estaba
En mil pedazos rota.
El viajero se acercó…

A la Alcazaba

GUSANO de piedras que abraza
el pretil del horizonte,
orilla de otro mundo,
paisaje con sabor a cal,

a madrugadas,
lleno de amores y lunas.

ALCAZABA verdiblanca
bañada de claridad
de vientre arrugado y almohade
donde los días hablan de vientos

AMOR de mañanas que susurran
flores
amor de tardes llenan
los ojos de dulces secretos,

de calles
de cantos desvelados.

PREÑADA de fría soledad
mocea el deseo del aire
que revienta en la lluvia,
en el torpe bullicio del paisaje.

Un diálogo de cielos
acuna las estrellas

TRAICIONES y risas
ansiosas de descanso
se vierten en la sangre
y en el río.

HIPOTECADA
en el impuso del vacío
surca el misterio de los días
esa memoria ácida que la hunde

En la ciénaga del recuerdo.

VIGÍA grávida de hombres
que se quiebra
en mil antojos
de atormentados sueños.

DESTRONADA en un paraíso
de abrazos
de ríos,
de lunas,

Juega con el afán mudo
de clarear mares.

VESTIDA con olor de humo y cartón
se agacha en la soberbia de la orilla
con la viuda embriagada
hasta el colmo del hastío.

Críticas

Unos versos en los que el amor, la nostalgia y la rabia son mecidos en la suave cadencia de la voz quebrada…

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