Ahí tienes el mar, un signo
Sobrevivo entre las sílabas del poema,
en los versos que guardan
el paisaje del dolor.
Sufrir es el acto de crecer.
Sobrevivo, en la metáfora que navega
en la nada, el suspiro del vacío
que no borra el pasado.
El presente arde de incertidumbre.
Sobrevivo en la pregunta
que resiste el cansancio
en este pentagrama de la vida confinada.
Me consumo en esta carne de poeta.
Sobrevivo al escalofrío de la basura,
de los «guardianes del sistema»
que me empujan a recoger
el absurdo de su justicia.
Sobrevivo, como el «escarabajo sagrado«,
sin descomponerse
por encima de lo correcto,
más allá de lo prohibido.
Sobrevivo cuando no espero
la felicidad engañosa
y me aventuro en lo amargo
del no saber qué vendrá.
Sobrevivo al mirar donde otros se duelen.
Confío en las rarezas de lo cierto
esas que provocan el escándalo
de lo bello.