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Una nueva entrega de Abismos del Suroeste como esta de Miguel Veyrat emociona. Esta editorial nos acerca al contundente y maravilloso universo Veyrat con una novela, Paulino o la joven muerte.  Una obra ya publicada en el 2004 por las Ediciones Témpora, traducida al francés por la profesora emérita Renée Fauveu de la universidad de Amiens. Más tarde, en el 2009, se vuelve a publicar en París y Bruselas con el sello de la editorial «Le Cri». Posteriormente, en el 2013 Izana Editores, vuelve a publicarla con gran éxito de lectores. Es importante subrayar que en esta narración es donde se da el primer tratamiento literario y no meramente documental realizado por un escritor español acerca de la existencia de las fosas comunes que han permanecido sin salir a la luz desde el final de la guerra civil, mereciendo asimismo una nueva edición mexicana en 2014 en Sediento Ediciones.

La obra

Esta nueva edición está prologada por Santiago Méndez, el que, de forma magistral, sitúa al lector en la mecánica literaria de los siete capítulos que componen la obra.

Con Paulino o la Joven muerte, Miguel Veyrat, un maestro de la crónica y el ensayo, nos enfrenta, más que con la muerte, con las situaciones límites del propio ser humano, en el que la dualidad de lo inteligente y lo estúpido paradójicamente se mezclan. La prosa cuidada de esta obra nos muestra un pasiaje-espejo de lo humano. Sí, en cada uno de los siete capítulos Veyrat nos sitúa ante las múltiples peripecias de unos personajes que no son más que la justificación para introducir al lector en la existencia compleja y limitada del propio ser humano. Paulino, Sofía, y el resto de personajes son el ejemplo cercano de esas situaciones límites que no escapan de la realidad de cualquiera de nosotros. Nuestro autor nos hace descender a lo más profundo de esos mundos oscuros, fronterizos al infierno, donde la mezquindad se asocia con la ignorancia; donde no hay tiempo para vivir sino para ir sobreviviendo. 

Los escenarios de la novela están situados en la vida de posguerra de una ciudad, en este caso es Madrid, pero que podría ser otra ciudad cualquiera. Aquí, en la urbe, donde el anonimato es la raíz de la deshumanización terreno abonado para morir sin hacer muchas preguntas. Al final, y como contrapunto, aparece lo rural, la vida mínima de la gente del campo que -tras una guerra civil- se ve abocada a cometer atrocidades sacando el animal sanguinario que el hombre lleva en su ADN. Una lucha de contrarios propio de lo realmente humano.

Los personajes [Cito algunos, no todos por cuestión de espacio]

Paulino.

Este no es más que la figura metafórica de situaciones en las que el ser humano tiene que tomar decisiones. Es la imagen del hombre gris, del hombre sombra que rehúye de su propia memoria hasta encontrase con ella en la atmosfera de la muerte. Desde su infancia la tragedia le persigue, es el fatum, el destino, donde no hay más que aceptación resignada. Todo lo demás es prestado, circunstancial., incluyendo la propia muerte que “apenas si le ha rozado un par de veces a lo largo de su vida. La muerte es algo ocasional, secreto, que siempre sucede a otros y que le mantiene indiferente.[1] Y que un día se la encuentra cara a cara, “con la que había creído permanecer indiferente”. Veyrat, un maestro en marcar situaciones emocionales, va delimitando el circulo contextual de esta muerte vivida por el personaje.  Este se dice en la obra, “ anda rozándola a todas horas del día, sin saberlo.”[2] Paulino termina oliendo la muerte, un olor que le aviva las pajarillas…un olor que se le ha metido en las narices, hasta arriba, hasta donde llega al cerebro …, en esa parte y que late y late, golpea las sienes. Desata las viejas secuencias de olores y colores nocherniegos, de voces ululantes. El olor a muerte le deprime hasta ahogarle[3]

Cada muerte que Paulino vive, la de Adela su mujer, la de Esperanza su vecina,…, le prepara para la propia.[4] Y es en diálogo con ella como hace- dice el texto-  “que la propia muerte muera[5].

Sofía

En este paisaje de la muerte, aparece Sofía, puta y madre, amante y alcahueta, cercana e infiel, reflejo de una sociedad que seduce y al mismo tiempo engaña, capaz de arrancar lo mejor y lo peor de uno mismo. Es el satélite que orbita alrededor de Paulino. Es la situación de las emociones encontradas las que nos harán revivir esa dualidad de lo bueno y lo peor que siempre nos acompaña.

Andrés Rosseta.

Es el narrador que- como un personaje central- lo abarca todo haciéndose omnipresente. Además, de manera continua y sugerente nos transmite el pensamiento del propio autor. Cumple su función la de describir las situaciones y a cada uno de los componentes de este coro singular de personajes que aparecen en la obra; personajes que luchan y aman, que odian y matan.

Un narrador que termina siendo protagonista en el otro ángulo de la existencia. Así, en este paisaje de contrarios es donde Veyrat nos concita a la reflexión existencial, y en especial de la muerte, donde el ser humano no encuentra más explicación que la de admitirla. No es fácil hablar de la muerte porque es la realidad que nos rodea y donde vivimos. Por esto mismo, con el estupor que la muerte provoca es desde donde nuestro autor señala el terrible límite de esos submundos llenos de personajes anónimos, donde todo vale lo que uno quiere que valga.

Hay momentos de la narración en los que el amor da paso a la muerte o donde ésta es el cauce para una nueva vida, aunque sea de huida; donde la libertad te hace más esclavo o al revés, donde la esclavitud es la tranquilidad del no pensar y es suficiente vivir vegetando.

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El mensaje

Contextualizando la muerte, en la esfera del personaje, Miguel Veyrat nos encara con una idea particular de este hecho existencial: “Todo lo referente a la muerte era demasiado abstracto para él como metáfora incomprensible de la propia vida. Una vez escuchó decir a alguien que ni el sol ni la muerte pueden mirarse cara a cara, sin quedar cegado”.  Es el personaje de Paulino el que al final termina por rendirse a lo evidente. “Tanta muerte le ha rondado, tanta y tanta últimamente que quiere ya mirarla cara a cara, como al sol.”  En definitiva, nuestro autor, de mil maneras y con un texto brillante, nos empuja a mirar en el Paulino que nos habita cuando atisbamos la decrepitud y los limites, la muerte colgada a nuestra espalda. En realidad, “lo que importa a fin de cuentas, en el hecho de la muerte, es el fin del individuo, de cada uno, con toda su carga, con su memoria a cuestas, su experiencia, intransferible, personal…[6]

Del universo Veyrat conozco algo de su poesía, versos que admiro y releo. Ahora, con esta novela termino rendido ante el maestro. Le doy las gracias por su aporte y por este, sin ambages, hablar con claridad de la muerte a la que no hay que vencer …, sino [ ante ella] aceptar la nada posible, sabiendo que se deja atrás una vida repleta de compasión, en integración plena con la única posibilidad de ser hombre.[7]

Gracias también a Abismos del Suroeste ediciones que una vez más, con generosidad, nos acerca a grandes autores, como Miguel Veyrat de quien no hace falta mucha presentación porque su obra acredita sus bondades.

Lector , disfruta de esta magnifica obra en este enlace:

https://drive.google.com/file/d/1w-Idb3tN-J7cJ-JoZzOp6EORqqpr4RxQ/view


[1] Paulino o la joven muerte. Ediciones Abismos del suroeste, pg. 18
[2] Ídem, pág.29
[3] Paulino o la joven muerte, …pág. 29
[4] Ídem…, pág. 48
[5] Idem
[6]  Paulino o la joven muerte pág. 88
[7] ídem pág. 87

Déjanos un comentario 3 Comments

  • mery sananes dice:

    Sin duda una lectura extraordinaria. Una reseña creativa y creadora de una obra que a muchos nos sorprendió. No conocíamos esta faceta de Miguel Veyrat. Y al ir a su encuentro desaparece toda extrañeza. Allí está de pie el poeta, el ensayista, el periodista que nunca deja de ser, el pensador crítico, el hombre de pie que jamás deja que aflore distancia entre la realidad y la esperanza.

    La visión que nos entrega Faustino convida a su lectura con profundidad e inteligencia. Porque, dándonos a conocer su sentido y razón de ser, nos crea la inmensa curiosidad de ir a abrir sus páginas para encontrar lo que no nos ha dicho. Y es el trabajo meticuloso de MV en la presentación de esos personajes que sobreviven, sin saberlo con una carga de muerte, que contienen y descargan, en un manejo directo.

    De allí que no se trata sólo de que la obra es “el primer tratamiento literario y no meramente documental realizado por un escritor español acerca de la existencia de las fosas comunes que han permanecido sin salir a la luz desde el final de la guerra civil”, -lo que ya sería su innegable importancia- sino el cómo se construye. Cómo aborda su tratamiento, no sólo para denunciar lo que se sabe, se intuye, pero no se investiga, sino para dejar un verdadero expediente de lo que la muerte significa en cada uno de los personajes que la sobreviven sin sobrevivirla en verdad, que siguen existiendo, allí a nuestro lado y, a veces, en nosotros mismos.

    Y con ello quiero reafirmar, corroborar, lo que Faustino nos entrega en su magnífica reseña: que el poeta que ha desarrollado la inmensa obra que le conocemos, está presente allí con toda su fortaleza en este libro de imprescindible lectura.

    Y Faustino invoca esa impresión, ese descubrir lo que no está en la superficie, y que marca una historia y nos sigue marcando porque no ha concluido, ni allí ni aquí, sino que sigue creciendo, con testigos mudos llevados a la negación de lo vivido.

    Celebramos al autor y a Faustino por esta excelente invocación a conocer la vida de Paulino o la joven muerte.

  • Faustino Lobato dice:

    Mery,muchas gracias por tu comentario. Me alegro que esta reseña haya servido para entrar en la novela de Miguel Veyrat. Grande el maestro…Una obra preciosa.
    Un abrazo grande

  • Miguel Veyrat dice:

    Gracias a los dos, Mery Sananes, para quien no lo sepa profesora emérita de literatura de la Universidad central de Venezuela con sede en Caracas y conocedora de toda mi obra desde antaño, y Faustino Lobato ese joven ya maduro poeta y también profesor universitario, gracias repito por converger en vuestras lecturas respectivas de mi Paulino, texto que llevaba atragantado desde siempre y sin poder expulsarlo de mi garganta hasta que halló alivio en la pluma. Os agradezco sobre todo la honda visión que habéis aportado, más allá de todos los tópicos escritos desde la trágica guerra civil española que aún vibra en muchos corazones y seseras muchas veces con intenciones no demasiado limpias. Un fuerte abrazo de este poeta a quien no importa mucho desnudarse.

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