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Me asombra esta frágil belleza, este efímero rostro salvaje del espino. Qué hado maligno rompió su alma ?
Tanto destrozo me turba el espíritu. Qué extrañeza estas cañas rotas amontonadas en la soledad del camino.
Los abrojos me abrazan, frenan mi impulso, este mirar transeúnte haciendo del instante algo mágico.
Todavía mantiene ese porte majestuoso que albergaba mil pájaros. Caído sobre los rastrojos eleva una oración, la plegaria del vencido que también comprendo.
Roto, quebrado por la lluvia y el viento, su imagen me devuelve la energía de saberme cerca de ti.

Cómo volver a sentir el perfume del viento, la voz de la savia de-le-tre-an-do el sueño del horizonte.

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