Mañana, veré en mi este reflejo de la tarde y pasarán por la memoria los instantes sin palabras, el miedo, las noticias de muertos y de infectados; el encuentro con mi hijo, su risa , su querer jugar en cada momento; el teletrabajo de mi mujer, sus llamadas, su no parar resolviendo casos.
Mañana, si lo alcanzo, veré grabado en mí, a fuego, cada risa de los de casa, el silencio que llega de la calle, los libros que leo, todo lo que me tranquiliza y me indica que sigo vivo. En especial, recordaré, lo que desecho por inútil y lo que acojo, como alimento del alma.
Mañana, ese mañana que se aleja, hace que este hoy sea un cúmulo de momentos inciertos donde nada pasa desapercibido, y todo se vive con la intensidad de lo último. Porque el futuro mañana no existe, aunque lo pensemos, ahora solo está el aburrido, cansado y solemne carpe diem.
Mañana, es una esperanza. Y cuando llegue seguro que habremos crecido, si hemos sabido aceptar la dificultad de esta pesadilla que nos atenaza y nos secuestra en casa. Sí, el mañana es ya un lugar, en lo más profundo de nosotros, que ahora se transforma en ideal y nos mantiene en el animo de r resistir y nos hace más tolerantes relativizándolo todo.
( La foto es cedida por Juan Esparza. Un rincón de Retamar/ Almería)