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He perdido la cuenta de las horas,
mientras los sueños sellan
el recuerdo de otros versos. 

La piel de un poema reclama
el canto de los gritos
agolpados en las manos.

La forma de tu voz se pierde
en el barullo de la calle,
dejándome la huella del sonido
con ese olor a soledad
que dibuja desiertos.

Después, por los rincones,
llega el delirio de las musas.
Me seducen y detienen el tiempo
con la sorpresa del poema.

[ Un concierto de sonidos diminutos, pág 63. Herákleion, Badajoz, 2013]

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