ARDE Santorini en el puerto de tus labios.
Vibra la isla entre tus muslos. Sin secretos,
el aceite de las horas resbala, como luz,
sobre el ecuador de la carne.
Isla de sábanas y almohadones, olor a siesta
en el límite azul del sexo.
Vértigo de la sangre
en la playa del sueño. Fluye la pasión.
Santorini, memoria del tiempo detenido
en el roce de las manos por la cordillera
de tu espalda. Santorini. Se respira
el ácido temblor de un rap urbano.
Isla de fuego, firme en la retina de tus ojos,
y en el centro del alma, espejo donde te alimento.
Cuántas tardes de verano, acuarelas de te-quiero
susurrado en el vértice del agua.
Santorini, caligrama del deseo,
raíz de una utopía, palabra mágica.
Un espacio amante, donde los sueños
se pronuncian sin palabras.
SANTORINI, un templo de amor, sin ritos.
[ En Florilegio erótico. Fundación CB, Badajoz, 2017, pág. 90]