El sábado 5 de junio, invitado por la Concejalía de Turismo del Ayto de Badajoz, participé en la primera Ruta Literaria. Esta partía de las Casas Mudéjares en la Plaza de San José y terminaría en la Plaza de España pasando por la Plaza Alta, las calles Encarnación y Manuel Cancho.
Una experiencia única que combinaba poesía y monumentos de la ciudad. Por esto mismo, me acompañaba un guía turístico, extraordinario cicerone, Raúl Arroyo a quien agradezco su forma pedagógica de tratar cada uno de los lugares, muchos de ellos queridos y admirados.
La poesía que recité era de autores que han vivido, viven y algunos son oriundos de Badajoz. Así, en las Casas Mudéjares tomé un poema de Milagrosa Ortega titulado Casas Mudéjares (Editado en la Antología Cuaderno de Banco Edit. Rderarezas, pág. 139 ).

Ya en la Plaza Alta recité dos poemas uno de Irene Sánchez Carrón, Plaza Alta de Escenas principales de un actor secundario (Premio Adonai) y otro de Ángel Campos Pámpano de feliz memoria, gran poeta, el poema dedicado a su madre (La Semilla en la nieve, pg. 25) . Los dos vivieron en Badajoz.
En la calle Encarnación tomé un poema de Manuel Salitre, Síndrome de Estocolmo. ( de Cuaderno de Banco. Pág.129 ). También recité un poema, La calle del burro, de mi libro Quiebro del laberinto (Edit. Nuevas Letras. Págs.70s.).
Frente a la Plaza de Santa María recite un poema de Mamen Alegre, Me sorprende el miedo cuando juego a la ternura (Plural. Antología Página 72. Edit. Fundación CB. pág. 11s) . Era el poema adecuado reivindicativo, donde el empoderamiento de la mujer tomaba cuerpo. El lugar era el mejor.
Luego, bajamos a la calle Manuel Cancho, lo que se ha dado en llamar el Rincón Nazarí. Una calle angosta, resto de aquellas de la parte musulmana de la ciudad medieval. Aquí recité un poema de José Manuel Vivas, Aquel tiempo infinito de los veranos ( Cuadernos de Banco). Un poema lleno de recuerdos y nostalgia de aquel Badajoz que fue.
Antes de subir a la Plaza de España nos paramos en la Plaza de la Soledad donde nuestro guía hizo una extraordinaria explicación del espacio en el que religión y negocios se mezclan sin ningún rubor.
En la Plaza de España, retomé otra vez mi querido Quiebros del Laberinto y recité SUEÑA la Plaza. Unos versos que, entre líneas, llevan denuncia y desasosiego, amor y odio hacia esta ciudad que me sobrevive y abraza.
Los textos de los poemas son estos
- En las Casas mudéjares


Poema: Casas Mudéjares. Autora: Milagrosa Ortega
Presiento el lenguaje de la piedra
y las calles largamente distraídas
cuando el sol devoraba los portales
y su fuego amenazaba los balcones.
Cuántas veces saludé
el sagrado porte de la ventana
y me incliné ante la puerta
guardiana de otras vidas y secretos.
Ellas permanecen
como la ingrávida sombra,
encarnadas y dignas,
casas mudéjares que albergan
la voz enamorada de la luz,
la gracia y energía de Sira.
Sé de tus lamentos y oraciones
cuando el bálsamo de la tarde
curaba las heridas del tiempo
y la brisa, al salir la luna,
devolvía el frescor cada noche
a la piel humilde de sus fachadas.
¡Ay de la niñez que ahora evoco!
tan lejana como cerca ya de la muerte,
inquieto cauce ese doble camino
de ida y vuelta inolvidable
en mi memoria.
- En la Plaza Alta:
Poema: Plaza Alta. Autora: Irene Sánchez Carrón
PODEIS pasar los dedos de arco en arco
y acariciar la piedra.
Podéis meter la mano en su costado
donde duermen los pájaros
y creer
porque asestaron bien los golpes,
y fueron hasta el fondo las heridas.
Podéis subir ahora
que está abierta la plaza,
rodeada de casas sin ventanas,
ahora
que sólo el sol pasea
como un enorme perro vagabundo
sin dirección, sin fe, sin dueño.

Poema: La llamada. Autor: Angel Campos Pámpano
bien adentro he sentido
el abandono de ti
hacerse llanto
bien adentro se agolpa a esta hora
la impaciencia el ansia
por recobrar tu voz
por descifrar al punto lo que dice
la voz de tu sangre que se hace vaho
puro temblor llamándome
no la sangre de ahora calcinada
sino la que era la que cuidamos
mes a mes tantos días
no este espacio
dejado ya sin habitar
vacío

sumergido en su propia incertidumbre
sino aquel que compartíamos
el que nos ayudaba
a ver con distinta inocencia
el que nos unía a las cosas
el que era nuestro
y nos hacía suyo
el espacio común defendido
el de esta casa en la que fuiste
aprendiendo sin más a envejecer.

- En la Calle Encarnación

Poema: Síndrome de Estocolmo. Autor: Manuel Mansilla
Así fue como fracasamos:
nos encerraron uno a uno,
rompieron nuestros dedos
y nos prohibieron escribir sobre la belleza.
Raparon las cabezas
para vigilar cada una de nuestras ideas
que observaban con telescopios diminutos.
Con ojos de insectos nos marcaron
nos dijeron que las luces
solo eran para los puros
y así fue como aceptamos
la oscuridad más ardiente.
Encadenados.
Cuando caminaba por estas calles
y aún no sabía de la muerte
me asomaba por las puertas
de las casas abandonadas
y escuchaba la respiración lenta
los estertores temblorosos
-tapado por el motor de los coches-
de aquellos que seguían condenados
como animales en un zoológico
a pasear la vergüenza de ser
polillas
como miedo a volar de día
para no dar la voz de alarma.
Poema:La calle del burro. Autor: Faustino Lobato
GITANA, ebria de sonidos,
encarnación de volado tránsito
en la línea de la vida
que sabe a pechos y a caricias,
a secretos olvidados,
a alcahuetas,
a besos vendidos
abaratados bajo el oscuro cristal
de la noche,
arropados con pisadas de brujas
que despiertan el verde estrellado
de acerasalmohadas.
Calle que parlotea
ladridos de esquinas
maldiciones en la piel
del vocablo azul
que alienta a seguir,
a deletrear la pútrida virginidad
que escapó del bolsillo
y no encontró la vuelta,
envilecida
en la levedad de la pasión,
envenenada en el amargo tropel
de cal y atrevidos consejos.
- Junto al Museo Luis de Morales. Plaza de Santa María.
Poema: Me sorprende el miedo cuando juego a la ternura.
Autora: Mamen Alegre
Juego a sentir la necesidad
de la magia sumergida,
a desplomarme
como cuando nacía
y solo era una idea silenciosa.
Juego a sentir la ternura
de poner a un niño a dormir,
a ser valle encogido,
piel como tierra pisoteada,
a seguir aquí
recorriendo la memoria primera,
a convertirme en humo
del bosque que germina.
Juego a sorprenderme,
a alejarme del entorno
en el que el hielo explora la roca,
a pensar en vosotros
y con manos amargas
atravesar caricias
para forjar cristal
con la mitad de un aliento,
a desbaratar la casa
cuando después del día
volcáis a mis pies
madera recién cortada.
Juego a recoger la savia
utilizando dedos y uñas
sin importarme mucho
lo que queda en el suelo,
porque el olor lo es todo.

Juego a guardar el aroma
de mis manos
en este pequeño pliegue
de palabras,
y a dibujar después
suavemente
con trazo infantil,
el boceto de un arco protector
bajo el que ocultarme.
Juego a ser mujer,
a fabricar valentía
del desamparo y la sangre,
a pintar paredes color añil,
a nombrar Campoamor
Curie o Nightingale.
Y sueño, de nuevo,
el miedo de volver a casa
envuelta en cristales.
¿De qué vale soñar la posibilidad
de un pecho no esperado?
Un horizonte que duele
es un testigo infinito
anunciado la verdad.
- En la Calle Manuel Cancho Moreno. ( Rincón Nazarí))
Poema: Aquel tiempo infinito de los veranos.
Autor: José Manuel Vivas
Hervía la ciudad sus caldos de nube
en el reflejo de todos los charcos.
El río atravesaba invisibles fronteras
y en las bocas espumosas de los desagües
nadaban peces profilácticos.
Un camino viejo y un temblor de truenos
nos llevaba, desde los ojos del puente,
hasta las orillas verdes y calmas
de aquel Guadiana de sedientos pájaros,
renacuajos en su timidez anfibia ,
insectos zapateros andando sobre el agua
como cristos envidiables,
coloridas libélulas que volaban,
ágiles acróbatas, entre los juncos.
Las manos sucias del barro,
y inquietas y sonámbulas,
sostenían las cañas de pescar
en las márgenes del embarcadero.
La noche traía el perfume dulce
de las cenas. Nosotros,
niños de obediencia prematura,
regresábamos cruzando
una ciudad de oscuros portales
de murallas en ruinas.
Las calles se iluminaban con el resplandor
de sordos relámpagos amenazando el frágil
vidrio de aquellos días de peces y tormentas,
en el tiempo infinito de los veranos.
[Parada improvisada en la Plaza de la Soledad / subida a Plaza España por la C/ de la Soledad.]
1. En la Plaza de España.


Poema: Sueña la Plaza. Autor: Faustino Lobato
DESNUDA de equilibrio,
rota su poliédrica existencia
por el cubo solemne
de la religión,
se vuelve mar
regada de calles
que la hacen abortar
pasos y adoquines.
Sueña la plaza,
isla de grietas y encimeras
bordadas de color
y vientos
Sueña la plaza gente, niños,
caricia de sol
que bajan por la filigrana
sucia de las paredes,
por los azulejos rotos
de los balcones,
sueña
y llora días
pintados de negocios.
Sueña la Plaza amores,
vida al borde de un paso
convertido en tránsito
enfermo de miserias,
camino cautivo
de estrechez
y de historia
que duele contemplar.
Sueña, envidiosa de años
con el azahar pegado
a la mirada ausente
de un divino pintor
repleto de frialdad
y de peana.
Sueña anhelante
furtivos besos
que escapan asustados,
sin rostro,
por el hueco de las piedras,
por los rincones
que amortiguan la luz.
Sueña con el fuego,
ese brillo de la vida que se fue
con los grises hijos de Vulcano
siempre fuertes.
dioses siempre
a otros paraísos
de palabras sin color,
lejos de Orfeo
que canta la ausencia.
Sueña
con el fuego perdido,
prendido
a su alma.
Esta Plaza ,
esclava de discursos
y encuentros
sue ña,
alma de niña,
con música de carillón
y poemas de bronce,
SUEÑA
en la crecida de los días
que sin remedio pasan.