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Es difícil no mirar la luz que transmiten las plantas. A pesar de la huella indeleble de la sequía, la vida está, la vida es.

En medio del caos, de ramas y sonidos, el brote de las hojas viste de dignidad las ramas de los arbustos. Y el río ahí, con su murmullo de agua desnudando las orillas.

Esta flor diminuta, que asoma entre el verdiblanco de los cardos del camino, expresa el lado amable de un rostro violento. Todo tiene una segunda cara que importa descubrir.

Sencillas, las violetas asoman entre los abrojos del camino. Muestran el alma de esta naturaleza que grita de sed.

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