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El ocho de junio en la librería Tusitala, en pleno casco antiguo de Badajoz, presenté Cuando vuelvan los elefantes, un libro de relatos de Dionisio López. Tuve el honor de ser invitado por el autor a mantener un dialogo con él en torno a su obra.

LA LIBRERÍA.

Tusitala es una palabra que significa: narrador de historias. La propia librería, en esta tarde de bochorno tropical, fue el espacio más significativo para hablar de una obra, como la de Dionisio, que narra historias (tusitala).

Quien regenta la librería, Agustín Lozano, es uno de esos libreros que le gusta crear espacios propicios para este cometido del tusitala, de contar historias. Para muchos de los clientes Agustín es alguien que, más que expender libros, le gusta aconsejar de manera creativa aquellos que merece la pena leer. Este hecho se comprueba al ver el gran tablón que él ha colocado en la pared principal de la entrada. Aquí es donde los lectores van recomendando libros, con particulares exigencias y notas muy a tener en cuenta.

EL AUTOR

Dionisio López es mi compañero, un amigo, un escritor cómplice con el que fácilmente se salvan las diferencias generacionales. Los veinte años que nos separan desde nuestro nacimiento nunca han sido un obstáculo para hablar de lo que nos interesa, la educación y los libros, sino todo lo contrario. Entre los dos siempre hubo y hay una gran empatía. Durante un periodo de dos años estuvimos en el mismo Instituto de Secundaria «Castillo de Luna«, en la ciudad de Alburquerque. Esos años fueron muy fecundos para mí, estaba escribiendo Un concierto de sonidos diminutos y Dioni fue la persona a la que mostraba aquellos textos que iba terminando para acabar de perfilarlos. Una gran ayuda.

Dioni es un escritor joven que comenzó publicando Entramados (TAU, 2017) un primer libro de relatos. La obra que presentamos es su segundo libro en prosa. Él comenta que se siente muy cómodo escribiendo poesía lo cual no es óbice para seguir escribiendo relatos y por qué no una novela. Su opera prima Los nombres de la nieve (RIL , 2022), un magnifico libro de poemas, está siendo un éxito editorial. La obra, según Álvaro Valverde ( cuaderno digital, mayo 2022), corresponde a un autor maduro, «un libro que quema» como indica en su reseña Javier Rodríguez Marcos (citado por AV). Es un libro, dice Álvaro, «tan conmovedor como verdadero«.

LA CONVOCATORIA. PRESENTACIÓN

La presentación de este libro de relatos, Cuando vuelvan los elefantes, atrajo a muchas personas, especialmente escritores. La entrada al acto fue sencilla, al mismo tiempo que solemne y emotiva. Un encuentro donde la cercanía estaba servida. Esta librería se presta a que las personas se encuentren en un habitáculo reducido, un espacio que obliga a la proximidad provocando la magia del silencio y la escucha atenta, manteniendo la serenidad de lo humano. Todo esto se dio, con la treintena de personas que allí estaban, esta tarde del 8 de junio, en TUSITALA

Al acto acudieron, además de personas interesadas por la obra y su autor, también amigos y especialmente sus compañeros de instituto: Sandra Benito ( escritora) y Víctor.

Tampoco faltaron al acto Luis Sáenz, (Director de la Editora Regional) que fue quien propició, desde las entrañas de la Editora, el nacimiento de esta obra. Por supuesto, también estuvieron, Daniel Casado y Fernando De las Heras (coordinador del Aula Diez Canedo).

LA OBRA

Este libro nos muestra unos paisajes existenciales de forma coherente y equilibrada. Para situarnos ante su contenido empecemos por indicar algunos elementos importante:

-El primero de ellos, la dedicatoria a los abuelos. El autor los tiene en cuenta de forma emocional y acierta al colocar en este frontis del libro, a quienes son contadores natos de historias, los abuelos. Estos son para Dioni, los que le «enseñaron a buscar huellas de elefantes«.

-Otros elementos que no debe pasar desapercibido son los inter-textos, las citas de otros autores colocadas de forma inteligente al inicio de los capítulos. El primero de ellos, es la cita de Terenci Moix en la que este escribe «quisiera ser el mendigo que cuenta historias en la puerta de los templos«. Qué interesante, la expresión que a la postre resulta ser una paradoja: alguien que necesita, un menesteroso, es al mismo tiempo, desde su necesidad, alguien generoso. Sí, quien pide cuenta historias en la puerta de los propios lectores (los templos). Esta expresión de Moix, retomada por López, es todo un cúmulo de intencionalidades.

Dicho esto, es bueno acercarse al contenido nuclear de la obra. Para esto se me ocurre pensar que este libro es como un edificio, donde los elementos espaciales se ordenan de forma que unos llevan al apuntalamiento de los otros. Así, nos encontramos con dos elementos que nuestro autor sitúa al principio de la obra ( Biografía ) y al final de esta (Bibliografía), englobando con ellos todo el contenido textual. Este contenido se divide, a su vez, en dos grande capítulos: La sombra y La lluvia. Importa decir que todos los título son puras metáforas que nos acercan al sentido existencial, vivencial, de los relatos. No es de extrañar que esto sea así dado que el sentido de lo poético es algo que habita y sobreabunda en Dionisio López.

Si tomamos la Biografía, este título apunta a la vida misma (bio), a la significación de las propias historias. En este apartado inicial aparece un relato en el que un niño, ante el manojo de llaves de su padre, se pregunta «qué abriría cada una de ellas«. La historia termina con el anclaje de tres llaves más en aquel manojo imposible que, en definitiva, son tres claves con posibilidad de abrir más espacios vitales. Estos espacios, estos lugares literarios, son los que aparecerán ante el lector en los veinte relatos del libro.

Por otro lado, al final de todo está el elemento de la Bibliografía. Este es un apartado que cierra los espacios contados, las historias, lo relatado, remitiéndonos otra vez a la infancia y al hecho de abrir cajones después de descubrir las tonalidades del color. Este espacio literario final subraya el significante de los relatos y, curiosamente, lo hace con el gesto de mirar por una ventana sujetando un libro. Esto señala de cómo este libro lleva al lector a abrirse a la propia existencia abortando los elementos estancos (cajones).

Los espacios centrales, los dos grandes capítulos: La sombra y La lluvia que contienen, cada uno de ellos, diez relatos muestran citas importantes (intertexto), como la de Graham Greene, que advierte del alimento del que se nutre la ficción, ante los materiales de la creación literaria; y la de Muñoz Molina sobre el instante mismo de la mirada, o mejor dicho sobre el gesto único de saber mirar.

La sombra, se me antoja entenderla aquí como lo que se proyecta de sí mismo en el otro. Lo que uno, a veces, oculta pero que- tarde o temprano – sale afuera: el efecto de una infancia truncada (lo terrible de la violencia); la soledad y el deseo de ser amado; el aprender a esperar; la aceptación de no saber decir; el vivir otra vida; la libertad que posibilitan los libros cuando estos llegan de forma generosa.

La lluvia, el segundo capítulo, nos hace pensar en una realidad que te moja y empapa, sobre todo cuando te sorprende. Después de leer los relatos de este espacio, así titulado, reparas que unos relatos magníficamente elaborados, te han empapado, te han mojado de los mejor. En este capítulo los diez relatos que lo componen están envueltos en tres elementos interesantes: la mirada, el tiempo y la creación misma (meta-relatos). Podría decirse que son las imágenes literarias más interesantes.

En este apartado se rastrea, por un lado, la nostalgia a través de unas manos , de unas dedicatorias de libros (viejos); de un silencio vivido ante el hecho de la muerte deseada (eutanasia). Por otro lado, también se afronta el escepticismo con las imágenes de unos protagonistas que queman el tiempo, un cronos que ata y esclaviza. Y por ultimo, algo que merece no obviar de estos relatos de lo positivo, se destaca el hecho mismo de la creación, el gesto de crear desde la propia realidad hasta emocionarnos, como si la ficción fuera real. Dicho de otra forma, aquí nuestro autor nos coloca ante el hecho de escribir que, mas allá de una metamorfosis de intenciones, tiene el poder de llevarnos a unos paisajes interiores donde el lector se vuelve, irremisiblemente, protagonista de la acción. La cita final de Hemingway, con la que se cierra el libro, traza este dilema entre la ficción y la realidad : «Si el lector prefiere, puede considerar este libro una obra de ficción. «

Tanto en un capítulo como en otro nuestro autor subraya elementos de gran ejemplaridad, aspectos éticos que se van dejando manera muy sutil, como «huellas de elefantes«. Y aquí destaco la importancia de mirar y releer el final de cada uno de los relatos, de cómo nuestro autor -en pocas líneas- de forma asertiva nos muestra aspectos existenciales que no queremos tocar. Dionisio provoca un enfrentamiento de la vida ante a la vida misma, y esto lejos de ser una tautología es el titular que sintetiza este libro que merece la pena volver -una y varias veces- a leer La obra, Dionisio López, Cuando vuelvan los elefantes, nos invita a mirar por la ventana de sus textos los grandes paisajes que lo conforman para descubrir, como lector-protagonista, el cómo iniciar la propia aventura. Sí, la aventura de ir tras las huellas de los elefantes aunque aparezcan lejanas, eternas y dejarlas que se queden en la mirada, para siempre. Y así, ver el mundo de otra manera.

LAS PREGUNTAS FINALES

La presentación terminó con una serie de cuestiones que nuestro autor supo responder, de forma sencilla e inteligente, mostrando en cada una de las respuesta la madurez de un escritor que tiene mucho que decir

Faustino.- ¿Es Dionisio López el mendigo que en la puerta de los templos (lectores) cuenta historias que no dejan indiferente?

Dionisio.Como dice la cita que abre el libro, yo claro que querría ser ese contador de historias que a todos seduce. Todos somos contadores de historias. Ya lo dijo Luis Landero con aquello de que «todos somos Simbad el marino». Hay algo en nosotros, algo primitivo y consustancial, que nos hace querer contar lo que sea, lo que hemos visto o lo que hemos vivido, y en esas narraciones cotidianas e inocentes siempre hay una modificación, una ficción que incorporamos y, de esa manera, algo nuestro pasa a formar parte de esa historia. No sabría decir por qué lo hacemos. Quizás por la sensación de crear y, al hacerlo, perdurar. No sé.

El abuelo repite a sus nietos las anécdotas de su infancia y, de esa forma, parece querer gritarnos que él ha existido, más allá de lo que ahora vemos. No solo lo hace por entretenernos sino para dar fe de su existencia. Y ante esas narraciones, desde nuestros ojos de niños, todos nos sentíamos fascinados incluso ante los hechos más sencillos, porque la juventud de nuestros abuelos se convertía en algo mítico. 

Todos queremos narrar, permanecer en nuestros relatos y fascinar al corro que escucha a la puerta del templo o alrededor de la hoguera, desde el niño que en casa cuenta su día como si fuera la odisea de Ulises, hasta el Neandertal plasmando su mano con una contorsión imposible de la que 40.000 años después seguimos maravillados. 

Yo, claro, querría ser ese.

F.- .Ante el título tan sugerente ¿Quiénes son los elefantes? ¿ los libros? ¿las historias que nos han contado y han dejado huella en cada uno de nosotros?

D.Efectivamente aunque el libro es un conjunto de cuentos independientes, lo cierto es que a mí me preocupaba que también formarán una unidad. Una de las maneras de lograrla es por medio de esa metáfora recurrente de los elefantes que está desde el título hasta el mismo colofón, pasando por la dedicatoria y por algunos de los cuentos, especialmente en uno de los últimos donde yo creo que se aclara bastante. Creo que es mejor que el lector haga ese camino tras las huellas y descubra quiénes son los elefantes.

Y sí, las historias que nos cuentan claro van dejando huella poco a poco. Todo lo que vivimos nos va modelando como una pieza de barro en el torno. Y lo que nos llega por medio del arte, de la ficción, incluso lo onírico, también forma parte de nuestra realidad y de nuestras vivencias. Si yo me emociono, ¿qué importa que esa emoción me la haya provocado algo que he visto en la calle o que he leído o he encontrado en un cuadro, o me ha contado un amigo? La emoción que surge es real y lo que lo ha provocado es simplemente anecdótico.

F.- ¿Cómo buscar la huella de los elefantes, de aquello que nos marcó? ¿ alguna de las claves (llaves del manojo) están en estos relatos?

D.- ¿Cómo buscarlas?, pues intentado mantener la inocencia, que es la única forma de poder mirar al mundo con ojos nuevos. Todo está delante de nuestros ojos, todas las historias y, seguramente, todas las respuestas a lo que necesitamos saber. Pero hay que mirar sin filtros culturales ni históricos, uno poco como trataban de hacer los viejos vanguardistas. 

En estas historias de Cuando vuelvan los elefantes, en cierto modo, sí que hay una reivindicación de la inocencia y, también, del arte y de la cultura y del conocimiento. Y es ahí, en el arte, en la cultura, donde yo encuentro refugio y también sentido y fuerza para la propia existencia cotidiana. Y también se habla en los cuentos de ir en contra de ciertas cadenas que hemos aceptado como normales. 

Pero bueno, yo solo quiero contar historias, no mandar ningún mensaje vital ni ideológico ni nada. Aunque, lo cierto es que cualquier obra artística ya es, de por sí, una declaración al mundo.

F.- ¿Con los capítulos que abres y cierras el contenido, es decir con la biografía y bibliografía, no quieres mostrar como afrontar los relatos y como retenerlos?

D.-Bueno, para mí es importante reivindicar que tanto lo que llamamos vida real como la vida ficticia (el cine, la poesía, la pintura…) son partes inseparables de la realidad. Ya lo hemos hablado antes. Por eso, el libro se abre con una biografía, pero qué mejor biografía puede tener un escritor que su propia obra? Y lo mismo ocurre con el cierre, «Bibliografía», donde sigo jugando con la falsa dicotomía realidad/ficción. 

Todo ello se resume bien en la cita de Ernest Hemingway que cierra el libro: «Si el lector lo prefiere, puede considerar este libro una obra de ficción. Aunque siempre queda la posibilidad de que un libro de ficción como este arroje alguna luz sobre lo que ha contado como si fueran hechos». 

Lo que quiero es que el lector cuando crea que va a encontrarse con la realidad, se tope con la ficción; y cuando espera encontrarse con ficción, se choque con la realidad. Y así, en definitiva, romper esos dos conceptos que en el arte no existen. 

F.- Al cerrar el libro el gesto que aparece es el de mirar. ¿Qué intencionalidad tienes al apuntalarlo en muchas de sus páginas? ¿ hacernos cómplices, compinches, con tu miradas?

D.-«La mirada es una vida en suspenso», dice con maestría Antonio Muñoz Molina. Yo no busco ninguna intencionalidad, ni tampoco soy consciente de que la mirada, la observación, haya sido algo repetido en el libro, pero es verdad, que yo me identifico más con ese tipo de relatos donde los hechos transcurren de forma más pausada y lo que se muestra es una tensión, un ritmo, que se sustenta en esos personajes que piensan, que esperan o meditan y, sí, que observan.

Algo que, me doy cuenta ahora, resume muy bien la fotografía de la cubierta, con esa figura que vemos de espalda, mirando a través de los visillos, en actitud de espera. Es una imagen a la vez evocadora y ambigua, donde cada lector puede hacerla suya e interpretarla. Podría corresponder a muchos de los personajes de los diferentes relatos o representar al propio autor mirando el mundo. Recuerdo que Luis Sáez, mi querido editor, dijo que él veía a Oscar Wilde con esas batas de terciopelo y esa melena.

F.Los títulos la sombra y la lluvia, aparte de la intencionalidad literaria o la casualidad alberga alguna otra intención? ¿ cómo surgen estas metáforas que engloban los veinte cuentos, las historias?

D.-Yo quería, en cierto modo, hacer un catálogo de todos los prismas que puede tener el ser humano, de todas sus emociones, caras, incluso las más ocultas… Y así, una vez concluída la escritura de los veinte relatos quise agruparlos en un orden lógico que fuera moviendo al lector por un camino, tanto narrativo como rítmico, pensado. Fue, en cierto modo, una mezcla entre montar una partitura y una exposición pictórica. Así quedaron en la primera parte aquellos relatos que reflejan los aspectos más sombríos del ser humano, como la venganza, el odio, la locura… y en la segunda, «La lluvia», otros como el amor, la esperanza o la nostalgia. 

Luis Sáez comentó que tanto la sombra como la lluvia no dejan de ser dos formas de invisibilizar la realidad y me pareció una observación muy interesante. El escritor observa el mundo y lo tamiza a través de su mirada, sensibilidad (vuelvo a acordarme de la fotografía de la cubierta y de ese visillo)… hasta que queda la obra artística.

¿De dónde surgen esas imágenes? Pues no sé. Yo soy, sobre todo, lector de poesía. Entonces imagino que es un lenguaje que tengo más o menos incorporado. Me gusta buscar títulos muy sencillos, pero que también puedan evocar algo: huir de la pedantería, pero no de la profundidad. 

F.- ¿Qué hay del poeta en estos relatos a parte de la lírica de algunas expresiones? Dionisio López es más poeta que contador de historias o es alguien a gusto con los dos géneros?

D.- A mí me gusta mucho el relato, es un género que me apasiona. Autores como Borges, Chéjov, Carver, Karen Blixen, Fante, Cortázar, Kafka, Carlos Fuentes o Bolaño y un larguísimo etcétera han sido fundamentales en mi formación. Y también otros más actuales como Juan José Millás, Richard Ford, Andrés Neuman o Mariana Enrique. 

Pero realmente yo me siento poeta y en mis textos narrativos creo que también está más presente mi yo poético. ¿En qué se traduce?, pues yo diría que en la mirada con que se plantea el relato, en la importancia que se le da al tono y, finalmente, en la forma de resolver la historia. Recuerdo que el poeta Luciano Feria dijo sobre esto último que mis relatos se caracterizaban por cumplir lo que él llamó «las tres S»: Sugerencia, Suspense y Sorpresa. Y Luis Sáez destacó la elipsis como una de las herramientas fundamentales en mis textos. Es decir: sugerencia y elipsis. Yo no soy consciente de ello, pero haciendo de crítico de mis propios relatos creo que es verdad que a mí me interesa poco la resolución de la historia o, mejor dicho, me parece que contar lo que ya se ha dado a entender empobrece el relato. Lo fundamental para mí es la sensación que se quiere transmitir, la tensión que se logra, el concepto abordado: la venganza, la incomunicación, el sacrificio, la nostalgia, la hipocresía, el recuerdo… Es como cuando nos cruzamos con alguien conocido y vemos en su rostro la sombra de una tragedia o el entusiasmo o el ardor. A mí me interesa dibujar ese rostro y no tanto la historia que hay detrás de él.

Y me interesa que en la historia queden espacios que pueda ocupar el lector, huecos. Como huellas de elefante. (Mira, ¡qué final tan redondo!)

Gracias Dioni por escribir como lo haces. Un honor y un placer el haber compartido estos ratos de la tarde de este día 8 de junio en Tusitala.

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