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En estos días de junio, cerca de la festividad de San Juan, mi familia y yo hemos estado en el sur. Chipiona es el destino que más nos gusta, por muchas razones que excuso decir. Cada día he salido a pasear por la orilla del mar y no he podido evitar que la mirada se apoyara en el teléfono móvil para hacer fotos de aquello que me llamaba la atención.

El paseo por la margen del Guadiana, que normalmente realizo en Badajoz, había cambiado de lugar. Esta vez era el mar océano, en toda su extensión, el protagonista de mis emociones y mis silencios. Y como la poesía brota en todo momento y en cualquier lugar, en esta ocasión, no he podido evitar escribir aquello que las imágenes, a pie de playa, me sugerían. Son versos sencillos que hablan de este mar, siempre ahí, que me empuja a hablar de mis soledades.

Hay ocho poemas, escritos desde la emoción y el silencio. En todos, menos en el primero, el quinto y el ultimo, hay un escamoteo del yo, acentuando lo descriptivo y el silencio.

I

ESTE MAR en calma,
este susurro de las olas,
este solemne amanecer
que me devuelve la palabra
vestida de luz…

II

Rocas

Cuánto silencio amanecido,
cuánto dolor de nubes,
cuánta herida
en la piel de la materia…

III

UN OLOR de huerta y salitre
baña el camino.
Pesa el perfume
en esta mañana de verano.

Las hojas de la higuera gritan
la belleza desnuda de lo simple.

IV

ESPINAS y abrojos
reflejan las miradas
y son metales que fingen
proteger el abandono.

V

Entre el bramido de las olas
y la fragilidad de la arena,
la gaviota.
Harta de carroña,
atrapada por la luz y el vuelo,

Deletreo ga-vio-ta
gabbiano, mouette,
gláros, gaivota.

Y la emoción, al pronunciarlas,
se transforma en miradas,
en voces,
en paisajes…

VI

Arrastra la marea,
entre espumas y azules,
la belleza rota de lo abisal,
los ecos del océano,
naturaleza gris,

algas sin vida.

Vibran en la arena
al compás de estos adverbios
de las olas
reteniendo en su madeja
el dolor de un naufragio.

VII

Rota la playa
por un bosque de rocas
el litoral se abre
a la inmensidad del océano.

Las piedras se amontonan,
palabras frente al mar
que gritan, impotentes,
el abrazo de las aguas.

Lamento de la orilla
que resuena,
como un verso herido,
en la piel de la arena…

VIII

A pie de playa, siento
la caricia de las olas
y las voces de muchos.

La línea del espigón señala un punto
donde el mar y la tierra
convergen en sueños de migrantes,
terrible ideal que se ahoga en el océano.

Este mar es como una tumba ¿por qué ?
Somos océano y muerte,
vida y sueños.

Nada que hacer mientras la mirada
vuelve a mezclar el horizonte
con la línea del espigón
que soporta
la fuerza del mar.

Las utopías se rompen
y todo se vuelve plegaria
con sabor a infinito.

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