
Este rumor de los objetos que elevan el vuelo, este silencio que me trae tu presencia, esta piel de los paisajes que miras…
Es el grito de los dedos al escribir tu nombre, es la vida que abrazamos en este laberinto de la mañana que araña el ser mientras avanza. Este sentirte curando mis heridas, este vivir tu pensamiento que me invade.

Esta geometría del momento, inicua y frágil, que apretamos nos eleva y hace fuertes.
Quién detendrá nuestro amor, quién frenará la pasión de tu sangre en mi cuerpo?

Combato contigo la batalla de las horas.

Este leer con intenso amor los versos de otros magos nos convierte en compulsivos antropoletras que terminan en las orillas del alma. Un orgasmo donde me salvas y te abrazo.

Alejandría de Kavafis, lugares míticos abiertos al poema. Santander, Madrid, Zamora, tierras amadas que destilan versos y enhebran historias donde otros no llegaron.
Nunca imaginó el mar cántabro Rimbaud, ni Virgilio el sagrado fluir del Duero,ni Dante Recoletos.

Tengo sed, tomo de tu rostro la sonrisa y calmo esta sequedad de las ausencias.

Las manos miran los silencios desprendidos de las cornisas de las horas, de esos momentos que se elevan y marcan la distancia.
Las manos son voces que anuncian el momento de caricias por nacer, devoran la imagen de tu cuerpo y busca tu noche en la herida y la luz de tu verbo.
Las manos son latidos en la memoria que sella tu mirada de las cosas.
Estas manos y tus manos …