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Luis Miguel Sánchez Martín, mi amigo, un excelente escritor y agente cultural alicantino escribía esto en su muro de Facebook. Una reseña breve pero intensa sobre mi forma de escribir a propósito de haber leido los dos últimos libros de poemas publicados: Siete+3. La vida en un instante y En el ángulo incierto del espacio. Agradezco su mirada experta y emocionada ante estas obras, en este momento, para mí muy queridas.

La pureza del lenguaje se expresa en el universo del poema como un vendaval calmado recogido en invisibles remolinos de luz. Destella esta poesía, desde su firmamento poliédrico, aromas de ausencias y presencias, búsquedas y hallazgos, dolor y gozo, carne y espíritu…

Palabra pura y honda para nombrar con belleza, sin aspaviento, ese misterio que es la vida. Esmerados signos que ya nos pertenecen, que silban su música y exprimen el significado de lo sentido, de lo vivido, de lo deseado. Al poeta le pertenece ese tiempo que va delimitando a través de sus versos y que conforma su mundo emocional e ideológico: un vendaval sonoro, visceral y racional que desfila ante el tiempo e impone su ley. El poeta ordena, en la medida de lo posible, a veces de lo imposible, su tiempo y su palabra y los ofrece en ráfagas de luz, en junturas léxicas, en piel que se escabulle del cuerpo, en muda de su ser tantas veces demudado por los años.

La poesía de mi hermano Faustino Lobato es apasionada porque es vida, porque expresa sus corrientes internas sin impostar ni un lamento, ni un fulgor, ni un beso, ni una sombra que espera ser descrita. La claridad viene del cielo que lleva dentro; y eso es un don.

Hoy me he parado a pensar en sus poemas, en su ya consolidada andadura y lo veo a él. Al Tino que conozco, el que se ensimisma con lo bello, el que persigue el dolor ajeno hasta aniquilarlo, el que lucha por lo justo, el que se enamora del lenguaje, el que cada noche, cuando todo duerme, en silencio, en su universo único de luz, nos entrega su vida mientras escribe. Generosidad infinita, amor a la vida, conocimiento, honestidad, perseverancia… y silencio, tan necesario para escuchar, para decir…

Viene todo esto a cuento después de haber leído y gozado estas dos joyas líricas que el poeta ha tenido a bien regalarme: Siete+3. La vida en un instante, un diario poético sobre el obligado confinamiento pandémico, y En el ángulo incierto del espacio, la tercera parte de esa trilogía preñada de profunda sensorialidad que conforman, junto al ya mencionado título, El nombre secreto del agua y Rehacer el alba. Memorias de un Naufragio. Para más gozo, si cabe, Faustino me ha dedicado uno de sus poemas, en el que dice cosas tan bellas como esta: Y habrá un poema cosido a la mañana, / unos versos que perdonen / la insolencia de los ruidos«. Sí, mi buen amigo, todo lo salvará el poema. Siempre nos salvará el poema. Siempre nos quedará una noche que nos acompañe tras el naufragio.

Agradezco esta mirada amable y sincera sobre mi forma de escribir y en definitiva sobre mi persona como escritor de poesía.

Cuando leo su referencia al libro de poemas último «En el ángulo incierto del espacio», tengo que decir dos cuestiones:

Una, que este libro vive gracias a la generosidad de la Diputación Provincial de Badajoz que lo ha publicado después de haber permanecido en el limbo de los libros escritos. Quien lo diseña, Daniel Albors Sellé, lo iba a publicar en su extinta editorial Bors. Problemas graves impidieron que Dani acometiera su propósito de publicar. El día de su presentación en Badajoz, el 20 de abril de este 2022, Dani envío un audio hablando de esta obra y de como se fue confeccionando. Agradezco sus palabras.

La segunda cuestión es que este libro forma parte de un conjunto de libros que nacen para hablar de cuatro realidades imbricadas una en la otra: el espacio y la luz; el tiempo y la memoria. Dicho esto, el libro de poemas En el Angulo incierto del espacio está en consonancia temática con otro libro publicado por la Editorial Olélibros (Valencia) Notas para no esconder la luz. En ellos, los sentidos aparecen con una tarea primordial la de provocar una mirada al universo interior donde los lugares se recrean a la inversa, es decir, los espacios aparecen como elementos que nos habitan; donde la luz no es la realidad física que incide sobre los objetos sino como el reflejo de las cosas en lo profundo de uno mismo.

Es cierto que estos libros tienen esa perspectiva metafísica de mis últimas creaciones desde El nombre secreto del agua, pasando por Memorias de un naufragio, hasta este último libro. La visión meta-poética de algunos poemas del libro señala donde me encuentro en estos momentos de mi creación. Soy consciente que esta forma de escribir hace muy intensa mis creaciones pero es lo que produzco, pese a quien le pese. El inconveniente para algunos, no para mi es que las obras citadas no están en la palestra de lecturas rápidas y que no a todos les gusta.

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