Todo tan relativo, dijo,
que lo absoluto es
un juego de ficción
animando esta aventura
de vivir.
No tenía más interés
que pasar las horas
mirando la calle,
mientras la fantasía escapaba
por los rincones del alma.
[3]
Sabía de la espera,
de su no
decir nada,
alargando el dolor.
Sus ojos contenían
la sonrisa de las cosas eternas,
eran el mar
descargando olas
en playas lejanas.
[5]
Al abrir las manos
las estrellas escaparon
buscando otra calle
para morir.

Su alma arrastraba
historias con deseos,
tantos deseos
que la noche se convirtió
en un espejo donde soñar.
[7]
Bastó un segundo
para retomar las ausencias;
otro, para volver
al anonimato.
[8]
La calle fabricaba rumbos;
ella, pájaros de aceite
ahuyentando la nube de sus dedos.
[9]
Sigue esperando
mientras resucita
el anhelo
en cada esquina.
Cada día dibujaba rostros
con trozos de esperas,
solo le importaba el silencio.

[11]
Tanto enmudeció
que confundía el mar
con la delgada línea
del tiempo.
[12]
¿A qué sabe la vida?
Preguntó.
A libertad,
le respondieron.
[13]
El fuego la empujó contra la tarde,
sobre esa endeble línea de horizonte
que trazan las colinas del Edén.
[14]
No era música
sino el cálido tacto
que terminaba
en su sonrisa.
[15]
Aguardaba el amanecer
y encontró su nombre,
todos los sueños
con ganas de volar.

La mañana sembró una sonrisa
entre sus dedos
y en la boca, toda el agua
de los días.
[17]
Compró la tarde
y las prisas
grabando en los rincones
la magia del deseo.
La huella de sus labios
era reflejo de la vida
en el frágil círculo del agua.
[19]
Cuando el silencio abrazaba
el misterio de la carne,
aparcó por las esquinas
el dolor del vacío.
[20]
Hoy es tarde, dijo,
sólo queda espacio
para que los dioses
cortejen a las hadas.
