En el número 478 de la revista de literatura Quimera, aparece la reseña de José Antonio Olmedo López Amor a mi último libro En el alfabeto del tiempo. Él es también quien prologa el libro.
Para todos aquellos que no tiene acceso a Quimera les ofrezco el texto íntegro, aquí abajo. Espero que lo disfrutéis.
«En el alfabeto del tiempo
Faustino Lobato
Olé Libros: Valencia, 2022
146 págs.
«CONTINGENCIA DE LA CONSUMACIÓN»
Por: José Antonio Olmedo López-Amor
Faustino Lobato pasó por un trance crítico el 5 de febrero de 2018, un accidente de cuya experiencia nació este libro. No todas las personas, ni todos los escritores somos capaces de convertir en algo positivo, o en arte, una vivencia tan negativa que podría habernos arrebatado la vida. Se necesita un grado de madurez, distancia y una vocación innata de querer contar, no solo lo acontecido, sino lo aprendido de ello como parte de su proceso de superación. La cota cero de esa vivencia transformadora reinicia y reconfigura el tiempo: «dibujando en el aire / un tiempo al revés» en un invierno que también agota su presencia. La flecha del tiempo no parece señalar a una única dirección. Esa desolación del invierno, en la que el yo lírico expresará su angustia y sinsabores, será la lontananza permanente de todo el primer acto.
Bajo esta premisa, como lectores, somos partícipes de una captatio benevolentiae —tan sutil como eficiente— que anticipa la naturaleza de aquello que vamos a enfrentar: poesía-verdad. Como tal, un pensamiento que más tarde será reconfigurado o cuestionado, aflora como antesala a los poemas: «El tiempo, mentira que juega a ser». Anclados en la fantasmagoría euclidiana que producen la vejez y la muerte, nos vemos obligados a crear un verdugo lacerante y constante, no euclidiano y dinámico, que ejemplifique ese tránsito: el tiempo.
De dicho tiempo nace el desánimo, y de este nace la esperanza del poema, y es así que su trova se presenta como tabla de salvación. El valor de la palabra poética alcanza en el discurso de Lobato la categoría de vehículo de redención. Asumir la posibilidad de desaparecer invita a corregir nuestros errores. De la oscuridad nace la luz. Un conato de muerte experimentado en las sombras del invierno da paso a la primaveral claridad de la poesía, segundo acto del libro, donde el poeta desplegará su esperanza.
Los signos son símbolos, no existe nada en ellos que los vincule a algo, existente o no. Por tanto, situarnos en el alfabeto del tiempo es lo mismo que afirmar que estamos en un mundo virtual, en un holograma que representa y persigue la verdad, pero es mentira. Quizás en la misma proporción, esa mentira del signo perviva también en la idea del tiempo cronológico. Faustino Lobato es teólogo y antropólogo, algo que no podemos pasar por alto. Por tanto, no es descabellado suponer que `En el alfabeto del tiempo´, siendo poesía, tenga algo de ensayo temporal.
La intertextualidad abre el discurso a múltiples resonancias que conectan idearios y poéticas en una suerte de comunión atemporal con el pensamiento. El verano —tercera estadía del libro— trae consigo la potenciación de la reflexión metapoética. El acto de componer un poema supone para el autor una metáfora perfecta sobre la vida.
El poemario culmina en un otoño —cuarta estación de cierre— en el que las únicas hojas que caen son las del miedo. El poeta se afianza en el amor, en el recuerdo del cariño escultor, para reconstruir una conciencia ajada por el azar. De repente, todo se ordena, un soneto lo indica; el regreso al origen adquiere la forma del Cabo de Gata; un poema dedicado al nacimiento del hijo supone la prueba fehaciente de que el trauma ha sido superado.
Faustino Lobato nos regala con este libro un capítulo de vida convertida en alta literatura. Es interesante observar cómo el escritor construye su estrategia para generar subjetividad y verdad. El qué se sobrepone al cómo; el fondo, a la forma; lo dicho, al decir. Estímulo, fuerza biológica y mental, incontinencia. Todo queda supeditado a una necesidad expresiva que marca la naturaleza del poema. Nada queda al azar en este prontuario del desastre, de cuya entropía emerge la belleza. Solo puedo añadir que asistir a esa conversión ha sido algo único, transformador y emocionante. «