No es Ítaca en el horizonte, no. Es el límite de mi mirada. Esta imperfecta sensación de ver lo inmediato que me empuja a descubrir otras miradas: Los deseos de la otra orilla, de madres que no saben qué hacer, de jóvenes que no tienen donde ir y que sobreviven en la ratonera de sus tierras en guerra.
No, no es el paraíso en el horizonte, es la otra realidad que no queremos ver, la que politizamos, la que ignoramos desde nuestras barrigas llenas, las que despreciamos con adjetivos racistas olvidando que un día fuimos Lázaros en el camino.
No es compasión lo que deberíamos sentir? Acaso misericordia ? No, deberíamos mirar nuestras manos, nuestro rostro y sentir en nuestra propia carne el temblor del diferente, sus miedos , su agonía. Sí , dejar que el otro, el extraño, sus deseos, nos embargue el alma.
No quiero ver un muro al mirar este mar. No quiero sentir el grito de la miseria, ni oír las voces de los muertos que reclaman justicia. Pero me rindo ante este líquido pensamiento y no puedo dejar de sentir esta voz interior mientras me envuelve el ruido del mar.
«Ayer vi helicópteros dese la playa. Hoy , las noticias del lugar hablan de pateras en las costas gaditanas.»