Quiero recordar, en este día de Reyes de la Pandemia, otros años en los que Rodrigo- igual que hoy- tenia la ilusión de lo mágico a flor de piel.
Hace cuatro años decía:
Son casi las nueve, tengo el balcón abierto y un cajón azul de regalos para Rodrigo en medio del salón.
Espero que se levante para ver su cara de emoción, ese rostro de «pillo» bueno, que refleja la ilusión desmedida.
Le doy gracias a la vida por este regalo que es Rodrigo porque con él,cada día, vivimos una permanente aventura.
Hace tres años seguía diciendo:
Pasaron con sigilo, en la vigilia de los sueños.
Han dejado
la huella de la risa, la ilusión inocente
que acerca a lo humano
y la mirada agradecida del presente.
Que no hay mejor oro que la sonrisa
de un niño ,
ni más mirra que la del instante
convertido en futuro,
ni más incienso
que este de saber perdonar.
Pasaron, sí, con la intención de volver.
Siempre vuelven cuando la risa
y la compasión
nos hacen construir lo mejor de nosotros
en la incertidumbre del tiempo.
Hace dos años comentaba:
Otro día sabrás que la fantasía de hoy fue el mejor regalo. Sí, esa que convierte los ruidos de tu cuarto en pisadas de camellos.
Qué emoción dejar preparado un mínimo refrigerio para los Magos transeúntes y poner un punto generoso en el salón. No esperas que estos reyes pasen de largo porque no todo lo hiciste mal.
Hoy ha sido maravilloso ver cómo aceptaba que no todo lo que pidió ha recibido de los Magos. A lo mejor, ha dicho,otros niños lo esperaban también y hay que compartir.
Me encanta esa actitud de solidaridad en tiempos difíciles que -poco a poco- crece en él. Ahora tiene siete años. Espero que la mantenga cuando tenga diecisiete.
Me encanta. Qué suerte tener a Rodrigo, yo lo que quiero es la suerte de tener algún nieto, aunque no sé, no sé si algún día…
Pero jolines, que lo tenga cuando aún lo pueda coger en brazos, que a este paso…
Muchos besos a Rodrigo y un gran abrazo para Gema y otro para ti, hermano.