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SOMBRAS
detrás del paraíso que un día te fábricas

                               I

HAY días que aparecen las sombras,
las que siempre están, las que ocultas
detrás del paraíso que un día te fábricas.
Te engañas con la luz, pero solo hay sombras.
Aparecen cuando alguien te habla a la cara
y te escupe el desierto de tu vida.

Sombras que se alargan
y dejan el alma en un suspiro.

No hay escapatoria
cuando la realidad se impone
y, como un maldito Ícaro, bajas
con las alas desechas.
Es un sinsentido inventar el mar
porque está ahí y en él naufragas.

Sombras que acoges
para que el amor que alcanzas
sea la verdad, el banquete de otro.

                               II

Y la tristeza te devuelve la medida
de lo que eres. No vale maldecir
porque no tienes más derechos
que el de respirar y que otro respire
donde tú renuncias como el mejor regalo
aunque ésta sea alegría fugaz, esporádica.

Sombras, las amigas de siempre,
que reclaman su puesto
cuando te atreves a tocar lo prohibido.
No soy el mejor, aunque me crean grande,
soy solo parte de esa sombra
que mantiene la verdad de mis miserias.

Y la muerte no es el final solo la puerta
para seguir buscando. Soy la miseria,
la sombra que repta por la verdad
de esa estúpida manía de construir
en la arena.

                III

SOMBRAS, sombras,
de las que es inútil escapar
porque están en mí.
Son las que aparecen
cuando quieres tocar el mar
y las olas te hieren.

Sombras, la memoria de tu imagen,
la fealdad que no aceptas. El castigo
del pecado que no sabes si cometiste.
La ingrata pero auténtica realidad
que quieres obviar.

Hay días que las sombras te vencen
y te recuerdan quién eres y te ponen
el límite donde no querías.
Te abre los ojos ante el mar
que sigue ahí,

el mar.

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