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Las palabras se agolpan en mí intentando expresar la emoción y la tristeza por la pérdida de Pepe Carracedo, mi amigo, un hombre bueno, que nos dejó esta madrugada del 2022.
Alguien, como él, me hizo creer en lo mejor del ser humano: en la bondad y en la generosidad sin medida. Para mí, Pepe fue el gesto vivo de la acogida. En los años que viví cerca de él nunca sentí un reproche sino la palabra justa, respetuosa, que me ayudó a crecer desde el perdón.
Él me mostró que la tenacidad y la constancia es saber esperar. Cuánto aprendí de su paciencia en medio de las dificultades; o de sus silencios, cuando todo parecía perdido, como la mejor respuesta para seguir mirando de frente.
Era el amigo que siempre estaba ahí, no importaba la hora. Su forma de entender la amistad me la recordaba con gestos sencillos, como una llamada telefónica. Echaré de menos las llamadas que, de vez en cuando, me hacía.
Su forma de trabajar desde la sencillez de los medios me enamoró. Nunca pidió nada para sí mismo porque su mirada estaba en el otro. El barrio de La Suerte de Saavedra tuvo mucha «suerte« con tenerle a él habitando sus espacios, especialmente el de los más necesitados. El reivindicó lo que otros han secundado después, haciendo de este barrio badajocense otra realidad diferente a lo marginal.
Nunca entendió de colores políticos, ni religiosos. Estaba por encima de las banderías partidistas. Para él era importante, antes que nada, la dignidad de las personas. Trataba con la misma dedicación atenta a los presos, a los que visitaba, como a su obispo.
Tengo la certeza de que Pepe «no está muerto sino dormido en el sueño de los Santos» y sigue vivo entre nosotros.
Mi querido amigo, desde la Gloria de los Justos, sé que sigues estando a nuestro lado.
Siempre gracias por ser un ejemplo en todos los sentidos. «Cuánto aprendí de tus gestos diciéndolo todo, cuánto«.

Mi más sentido pésame, Tino, por la muerte de tu amigo. Lo siento mucho.
La innombrable siempre nos coge desprevenidos.
Un gran abrazo.