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Siempre volvemos a los territorios habituales, a los monstruos de costumbres, volvemos a los gestos, a lo que cada día nos hace ser conscientes que no somos más que animales con deseos, bípedos caprichosos que crecen en la rutina buscando sonrisas por los rincones.

Siempre hay un ocaso, un punto de vigilia, que lleva sin remedio al necesario silencio, al solemne silencio esencia de la palabra por decir.

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