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Quiero agradecer a Blanca Pardo Gil la reseña que hace unos años hizo del libro «En el ángulo incierto del espacio» en su blog «Jaula de grillos«.

Este es el texto tomado de su blog:

Dice Joaquín Araujo que somos agua que piensa y el libro del afable y encantador Faustino Lobato me lleva como el caudal de un río arrastra una hoja en pleno estiaje. Me tomo la libertad de enviarle mis impresiones primeras, a vuelapluma y siempre sujetas a la benevolencia de su visión al respecto y las publico con su amable permiso, que no todos los días se puede celebrar la cercanía cálida del autor mismo.

Impresiones primeras:

Cuando sujeté entre las manos por primera vez el último libro de Faustino Lobato, «En el ángulo incierto del espacio» tuve la sensación de tener en mis manos una obra que hace un viaje por un mundo de claroscuros en el que el poeta oscila entre el dolor y la redención, la vida y su ausencia, acaso por el papel satinado, la alternancia del blanco sobre negro y del negro sobre blanco y ese olor a imprenta, a tinta nueva y a promesas que tienen algunos libros.

Jose Manuel Vivas desgrana ( luego compruebo que, con tino) ciertas intenciones que subyacen a la palabra, acompañando el deambular del autor y me siento tentada a saltarme estas páginas y recuperarlas al final de tal suerte que no me avance nada antes de la zambullida.

Pero luego pienso que si el autor consiente un prólogo y no un epílogo, ha de ser porque lo considera contingente y acaso necesario y paseo entonces los ojos por las pistas que desgranan sus palabras.

Los espacios se agrandan con la huella del silencio, un silencio grisáceo que recogen dos páginas en cuya orilla nada más hay un puñado de líneas que abren fuego.

De sonidos y de ruidos y la falla pequeña pero apreciable que marca la diferencia.

El espacio no se busca. Está. Y está el tiempo que avanza imparable, inexorable. Los versos ocupan el espacio y le dan color y amortiguan el ruido

Continúa el viaje, como una travesía hacia la primavera, un caminar que intenta alejar y alejarse (d)el vaivén del caos que genera melancolía, nostalgia y cansancio. Vuelven los ruidos que no pueblan la soledad aunque se expandan llegando a ocupar todo el espacio. Hay un dolor que el río no arrastra aunque hace romos sus cantos y vivifica y la pérdida se manifiesta rotunda en la costumbre y se hace un silencio negro como el espacio.

El ruido no es sin el silencio. Ni siquiera sin el silencio de la ausencia .

El verbo transitivo del perfume introduce la variable de los olores y su poder evocador, devastador…el perfume de las emociones, la línea que delimita el espacio interior, el de los sueños y el espacio exterior- el de la calle- , un hedor a derrota, prisa y miedo.

El poeta busca refugio en la palabra y errante y solo con sus miedos, llega al mar en su deriva. Ahí regresan el dolor por la ausencia y la nostalgia. Y huele a misterio que escapa y a deseo de retorno al punto cero; a ese espacio donde permanecer cerca de todo y a la vez, ajeno a todo; a salvo del dolor y la nostalgia. Se hace entonces un silencio blanco que lleva al territorio de los gestos, la memoria de los espacios, quebrantado en ocasiones por monstruos que lo ocupan o lo abrazan todo: lugares que solo admiten el gesto de esperar.

Pervive el deseo de escribir, que se deshace, pero las palabras señalan el camino, aunque se haga necesaria una poda implacable que las reduzca a lo esencial, palabras contundentes y reales como piedras que resisten el discurrir del agua y una pasión que funde a negro.

La búsqueda se transforma en espera y supervivencia frente a la ausencia y el silencio que enfrenta al dolor y anuncia lluvia y hace náufrago al poeta que trata de rehacer el suyo propio (su silencio).

La palabra transforma lo incierto en fortaleza mientras la ausencia extendida como un manto, lo puebla todo y desmantela los espacios.

Reivindica el poeta su verso libre y salvaje, que nace del amor, del dolor y de la ausencia, del vértigo creador de la emoción, de la memoria , de un fluir contrario a la corriente: rebelde, dolorido, vehemente y tan intenso como para que todos sepamos que el poeta está VIVO.

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