I
ES AGOSTO, anochece.
El sol viste de naranja el Alentejo.
Llegas susurrando un saludo
como el mar, rozando suave,
la calma de mi playa.
Bendigo el momento .
Tu palabra, rompe en dos la soledad,
y enciende la emoción de saberte cerca.
No importan los silencios
que marcaron las mañanas,
ahora estás, dibujando,
lentamente, tu presencia.
Bendigo tu presencia.
Te siento cerca en este instante detenido.
El tiempo deja de empujar los minuteros.
La palabra crece, deshaciendo la distancia.
Existimos en el temblor de la carne
que guarda la emoción de la ternura.
Bendigo el instante, el Kairós .
II
El deseo se rebela
en la memoria de la piel
hambrienta de tu abrazo,
y salta, más allá de las palabras,
fundiendo el verso en un poema.
Bendigo el deseo de la carne .
Un seísmo de manos,
que resbalan por tu pecho,
traza el sur y su oleaje.
Tú callas, dejas que mi boca
te despierte alimentando,
muy despacio, la caricia.
Sin límites oscuros
brota el sexo espontáneo,
mágico,
olas de un mar embravecido.
Bendigo el sexo y sus planetas.
Descubres tus secretos
con ritmos de diástoles.
Revelas los miedos, que huyen
del banquete de la carne.
Nos dejamos ir hasta el fondo del volcán.
Ardemos de pasión,
y salta el fuego
que recorre las curvas de tu cuerpo.
Nadie impide este ardor
que supera los abrazos.
Bendigo el fuego de la piel.
III
Es agosto, no importa nada,
dejamos que el placer nos envuelva
hasta sentir que somos
desnudas palabras, sin torpes adjetivos;
piezas de un puzle, que ahora encajan.
Bendigo el cuerpo y sus heridas.
Es agosto, amanece.
Te sueño en esta luz
que inunda los rincones de mi alma.
Estás, siempre estás,
aunque parezca que has huido.
Bendigo la luz .
Ahora, siento tu mar
descargando espumas en mi playa.
Y tiemblo al soñarte
en el color
de la palabra.
Bendigo, bendigo este momento.